¿Alguna vez ha entrado en una conversación difícil con alguien en el trabajo, decidido a mantener sus armas y asegurarse de que las cosas salgan bien, solo para dejar esa misma conversación habiendo prometido sus fines de semana, cordura y zapatos?
Todo eso suena como algo razonable para pensar, hasta que te das cuenta de que tu valor no está determinado por la cantidad de solicitudes a las que dices sí, sino por la calidad de tu trabajo.
No permita que la necesidad de complacer a los demás o la falta de confianza lo lleven a renunciar a lo que importa. A veces, apegarse a sus armas en conversaciones difíciles se reduce a una pregunta: ¿qué haría si no tuviera nada que demostrar y ya fuera digno de respeto?