Cinco semanas después de salir con Vijay, el miedo se apoderó de mí. No tanto sobre la relación en sí, sino sobre cómo iba a administrar mi trabajo además de eso.
Estaba encerrado en una rutina centrada en trabajar después de horas y responder correos electrónicos todas las noches. Ahora, de repente, mis tardes estaban con él. ¿Cómo iba a compensar dejar el trabajo antes? ¿Mi producción e impacto caerían en picado?
Lo que descubrí me sorprendió. Mi trabajo no sufrió en absoluto. De hecho, mi equipo prosperó y mi gerente elogió lo que vio como un cambio positivo.
Trabajar menos me había hecho más efectivo y más feliz. Tenía una mejor actitud y una cabeza más clara. En lugar de trabajar más horas por costumbre, me estaba volviendo más consciente de lo que tenía que hacer para ser efectivo, y más pensativo acerca de cuándo correr y cuándo relajarse.
Aprendí, y todavía estoy aprendiendo, tres grandes e importantes lecciones de esa experiencia:
1. Las actitudes son contagiosas
Cuando estaba enseñando cuarto grado, uno de mis mentores me dijo que abrazara la máxima, "Tú eres el clima". Si me presentaba de mal humor, se lo pasaría a mis alumnos y tendría una habitación llena de mal humor. niños en mis manos
El mismo principio se aplica a mis interacciones como gerente: si estoy agotado y ágil, mi equipo no tardará mucho en detectar el error de negatividad.
Cuando comencé a trabajar menos, pude traer más alegría y entusiasmo a la oficina, y lo vi reflejado en mi equipo. Me di cuenta de que, como líder, es mi responsabilidad presentarme de la mejor manera posible para que todos los demás también lo hagan, lo que significa darme tiempo para descansar y recargarme.
2. Decisiones importantes requieren sala de respiración
Tomo muchas decisiones en el transcurso de un día. ¿Deberíamos contratar a esta persona? ¿Deberíamos lanzar esta función? ¿Cómo manejamos a este cliente molesto? Esas elecciones me obligan a dar un paso atrás y mirar el panorama general, escuchar con paciencia y atención a las partes interesadas y considerar objetivamente los comentarios de todos antes de hacer una llamada.
Cuando estaba atrapado en el patrón de trabajar constantemente, podía caer fácilmente en modo de pánico y ejecutar algo demasiado rápido.
Una vez que comencé a darme un tiempo de inactividad, pude tomar decisiones más inteligentes. Y el cambio tuvo un efecto dominó: debido a que mi equipo me vio reaccionar con calma ante situaciones difíciles, pudieron mantenerse firmes y tomar mejores decisiones también.
Uno de mis informes me dijo recientemente que me mira en momentos de crisis de la misma manera que mira a una azafata en un avión que viaja por turbulencias. Porque me parece genial y sereno, ella no se asusta. Si estuviera luchando, supondría que íbamos a caer. Ese comentario fue un buen recordatorio de la importancia de darme el espacio que necesito para pensar detenidamente.
3. El trabajo necesita que la vida sea exitosa
En nuestra cultura orientada a la carrera, a menudo pensamos en el equilibrio trabajo-vida como un juego de suma cero: cuanto más agregas a la vida, más te quitas del trabajo y viceversa.
Pero nuestras vidas no están tan bien compartimentadas. Si desea presentarse en el trabajo como un colega bien fundamentado, relajado y centrado, debe hacer las cosas en el resto de su vida que lo conviertan en una persona firme, relajada y centrada. Tal vez eso signifique tomarse un fin de semana una vez al mes, pasar una hora leyendo en una cafetería todas las noches o desconectarse de toda la tecnología antes de las 9 PM.
Lo importante a recordar es que tomarse un descanso no es una indulgencia, a veces es lo más responsable, profesional y productivo que puede hacer.
Ah, y en caso de que te preguntes qué pasó con Vijay, acabamos de celebrar nuestro primer aniversario de bodas con unas vacaciones.